viernes, 16 de marzo de 2012

"Arenas movedizas", de Junichirô Tanizaki


Enganchado me encuentro al arte literario de Junichirô Tanizaki, a un nivel de adicción similar al del fumador empedernido que, con las brasas que aún brotan de la colilla del cigarrillo que acaba de consumir, enciende el siguiente pitillo y continúa, sin concederse tregua, con su programa suicida de inhalación de nicotina.

Y así, cuando aún perduraba el grato regusto que dejó en mi memoria la lectura de Naomi, abordé la lectura de 卍 (manji), novela que fue originalmente publicada por entregas en la prensa japonesa entre 1928 y 1930, y que se tradujo en castellano (traducción a cargo de Carlos Manzano, publicada por Ediciones Siruela) bajo el título de Arenas movedizas, expresión que en un pasaje de la novela emplea la protagonista, Sonoko Kakiuchi, para referirse al carácter insoslayable, envolvente y peligroso de su compleja situación sentimental, una situación que se inicia el día en que la señora Kakiuchi, mujer casada de la alta burguesía de la Osaka de entreguerras, decide matricularse en una escuela de arte, donde conoce a una joven llamada Mitsuko, que ejerce como modelo en dicha academia y posa desnuda para los aspirantes a artistas. Y nada, las dos se enamoran locamente, aunque luego el lector descubrirá que al principio quizás no tanto en el caso de Mitsuko, que tiene otros planes que ha calculado friamente (de nuevo surge en una obra de Tanizaki la figura de la mujer adelantada a su tiempo, dominadora, taimada y manipuladora), a la vez que surgen otros problemas adicionales, lo que hace que en el juego finalmente acaben entrando los dos hombres de estas mujeres (el marido de Sonoko y el novio de Mitsuko), y eso dará inicio a un complejo juego de relaciones a cuatro bandas que proporciona sentido al título original de la novela, porque Manji es el símbolo budista de cuatro aspas (卍), que en el caso de esta novela viene a representar la convergencia de las cuatro partes implicadas en la historia.

Título simbólico para una novela que también lo es: las historias de Tanizaki deben leerse siempre en clave conceptual más que al pie de la letra. Sigo pensando que los textos de Tanizaki, al menos los del primer Tanizaki, no son difíciles de leer, si bien en el caso de Arenas movedizas, he encontrado una cierta complejidad argumental, rozando lo detectivesco, bajo una especie de guerra de mentiras y contramentiras en la que combaten los cuatro personajes implicados y algún que otro cómplice de cierta relevancia como Ume, la criada de Mitsuko. Y, como siempre en Tanizaki, el sentido de la estética y de la belleza está siempre bien presente: no es casualidad que la pareja de mujeres enamoradas se conozca en una academia de arte y que la belleza sea el principal motor que haga evolucionar los acontecimientos.

Muy entretenida y envolvente en definitiva; uno de esos libros que, más que leerse, se devoran.

3 comentarios:

  1. Acabo de descubrir tu blog, no sé ni cómo, pero estoy feliz, porque me encanta la literatura japonesa, y creo que voy a descubrir por aquí un montón de títulos! Me apunto ya mismo éste de Tanizaki, ojalá pueda leerlo pronto!
    Qué bueno va a ser leerte a partir de ahora :D
    Abrazos!

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  2. Por cierto, hay un libro de Tanizaki que he buscado mucho y nunca he llegado a conseguir (por ahora) así que quizás termine comprándomelo en francés... se llama La llave. ¿Tú has conseguido leerlo? :)

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  3. ¡Muchas gracias por visitar este blog, Anouk! Y "La llave" aún no la he leído, pero todo se andará. Me queda todavía mucho por leer de Tanizaki, pero lo que tengo claro es que voy a seguir leyéndolo, porque es un autor que me convence bastante, tanto en sus temas como en su forma de contarlos.

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